En 1879 Antonio Machado atribuye a una cantora llamada Soledad la creación de este género basándose en las coplas de jaleo (soledades de cuatro versos que pueden acomodarse a la música del polo, tonás, livianas y cañas). Sin embargo podemos considerar que a partir de 1860, la soleá para escuchar obtiene personalidad propia. Cuanto más antiguas son la soleares más ligero es su compás, y los jaleos de Jerez y de Cádiz, tan populares en los años del nacimiento de la soleá, así como el polo y la caña, los tres con la misma métrica, parecen ser entonces los antecedentes de este género que tuvo su auge en los años de esplendor de los cafés cantantes (de 1870 en adelante).

Al igual que  la seguiriya, la soleá es, además de un género flamenco, un complemento genérico que agrupa a otros géneros como el polo, la caña, las cantiñas y las bulerías. El nombre tiene su origen en la deformación idiomática de soledad -soleá-. Etimológicamente, opina Karl Vossler en su Poesía de la soledad de España, se atribuye a este sentimiento poético el origen del nombre de este cante flamenco (canto de soledad). Otros autores creen que procede de sol, solar o solera. Andrés Salom lo emparienta con una tonada relacionada con el solear de aceitunas o tonada del soleo, propia de los gitanos aceituneros. También se relaciona en el origen de la designación de soleá, con el latín solor y su significado de aliviar el trabajo con el canto. Existen unas canciones de cuna de la provincia de Zamora llamadas soleás y otras que designan un canto de esquilar ovejas en Extremadura, y también su suele emparentar la soleá con la palabra portuguesa saudade. La soleá puede considerarse como el perfecto equilibrio del cante flamenco, al albergar su estructura musical gran parte de los elementos rectores de la estética musical flamenca. En el proceso de aflamencamiento, la soleá, tal y como la concebimos en la actualidad, pasó de ser cante para acompañar el baile, a ser cante para escuchar ralentizando sensiblemente su compás. Ya en 1858 encontramos “la soleda”, formando parte de un jaleo andaluz junto al polo, el granadino y las corraleras, en el teatro principal de Jerez de la Frontera.

Podemos diferenciar varios tipos de soleá grande (de cuatro versos), de la de cambio (para rematar y en otra tonalidad), la soleá por bulerías (armonía de soleá y compás de bulería), la soleá corta, la soleariya (soleá de melodía abreviada con el primer verso reducido a cuatro silabas), la soleá apolá (con la que se cierra el polo, otro tipo de soleá de triana), la de preparación (para comenzar un cante  determinado), y las de zurraque (propias de los alfareros). En lo que a estilos comarcales se refiere (con numerosas variantes personales) destacamos las de Triana, de Cádiz y los Puertos, de Jerez, de Alcalá, de Utrera y Lebrija, de Córdoba, de Marchena, olas extremeñas, entre otras. El acompañamiento se realiza en una tonalidad modal sobre la posición en la guitarra de mi mayor (por arriba) que regula los esquemas armónicos sobre los que se canta este palo flamenco.

El artista más significativo de la soléa es Antonio Mairena, nacido en Marine, Sevilla (de ahí su nombre artístico) el 7 de septiembre de 1909. Entre otros premios recibió la III Llave de Oro del Cante, la Medalla al Mérito al Trabajo, Medalla de Oro de las Bellas Artes e Hijo Predilecto de Andalucía a título póstumo. Es una de las figuras más relevantes en la historia del flamenco.

Antonio Mairena. Fuente: www.españaescultura.es
Antonio Mairena. Fuente: www.españaescultura.es