A mediados del siglo XIX nacieron los "Cafés Cantantes", el inventor fue Silverio Franconnetti y Aguilar (Sevilla 10 junio 1831 - Sevilla 30 mayo 1889). Hasta ese momento por lo general los cantaores famosos no vivían de su arte y necesitaban trabajar en otras profesiones para poder vivir. Los "Cafés Cantantes" eran por lo general un salón lo más amplio posible y decorado con espejos y carteles de toros, en el que además de las sillas y mesas destinadas al público se levantaba el tablao donde actuaba el cuadro flamenco, había un bar y se accedía a el previo pago de un billete.

Fotografía de Emilio Beauchy, "Café cantante", Sevilla, 1888.
Fotografía de Emilio Beauchy, "Café cantante", Sevilla, 1888.

Los Cafés Cantantes representan el lugar en el que el Flamenco tras una primera época de exhibición restringida, aparece ante un público muy numeroso, y deja de ser un arte minoritario para alcanzar difusión y arraigo popular. Los Cafés Cantantes estaban instalados alrededor de un patrón general. Los que existieron durante los años comprendidos entre 1847 y 1920, surgieron en razón lógica de unos hechos naturales.

 

En el año 1885 abrió Silverio un café propio, en la calle Rosario de Sevilla; después otro, en la de Amor de Dios. Este café era de un tipo distinto, situado en una casa Sevillana con patio de columnas y una fuente en medio, pero la cuestión no era el aspecto.

 

Esta época se llegó a llamar La Edad de Oro del Flamenco, florecen los cafés cantantes, desarrollando el flamenco todas sus facetas; la instrumental, el cante y el baile, hasta fijar definitivamente lo que pudiéramos considerar clasicismo de lo "jondo". El baile adquiere un esplendor sin precedentes, siendo éste el mayor atractivo para el público y se da un gran impulso a la guitarra, como complemento fundamental e indispensable para el cante y para el baile. 

 

Silverio Franconnetti fue el primer cantaor profesional, en 1880 formaría sociedad - aunque sólo por unos meses - con Manuel Ojeda Rodríguez llamado El Burrero y con Frasquito el Manga, situado en la esquina de las calles Tarifa y Amor de Dios, el famoso Café de la Escalerilla. No obstante, el proyecto artístico-comercial de Silverio culminaría con la apertura de otro café, esta vez situado en la calle Rosario 4, llamado "Café de Silverio" (también "Salón de Silverio"), que se convertiría en fragua artística de una serie de cantaores, entre ellos Antonio Chacón y Enrique el Mellizo.

Silverio Franconnetti en su juventud
Silverio Franconnetti en su juventud
Extracto de periódico, 1951
Extracto de periódico, 1951

Cafés cantantes en París

Desde principios del siglo XX, los bailes andaluces conocieron un éxito significativo en la capital francesa. Muchos artistas, hastiados por los lupanares en los que se habían convertido la mayoría de los cafés cantantes en declive, trataban de labrarse un porvenir en París, capital cultural por excelencia.

Exposición Universal de París.
Exposición Universal de París.

La exposición universal de París en 1889 fue el primer evento en el que se organizaron grandes fiestas españolas. Tuvieron lugar en el Cirque d'Hiver donde no faltaron representaciones de cante y baile flamencos, como las de Juana la Macarrona que bailó por primera vez delante del público francés. Para este acontecimiento, se trajo a doscientas bailarinas y bailaoras españolas todas ataviadas con trajes pintorescos (largas faldas, mantones, moño y flores en el pelo). Bailaron el fandango, el tango, el vito, la jota, o sea bailes folclóricos regionales españoles conocidos, pero también otros, como las alegrías, ignorados por los espectadores galos. Estos espectáculos tuvieron tanto éxito que en la segunda exposición universal organizada en París en 1900 también acudieron otros grupos de flamenco.

  

En los años 1920 se produjo una verdadera avalancha de bailes y cantes españoles en la capital francesa. Rebasaron los límites del music-hall para acceder a otros escenarios de mucho renombre: la Sala Pleyel, la Sala Gaveau, el Teatro del Châtelet, el Teatro de los Campos Elíseos, el Teatro Fortuny, el Teatro Fémina, el Teatro de la Magdalena y el Teatro Marigny se contagiaban de la fiebre flamenca.