Origen

Antonio Machado y Álvarez, Demófilo, dice que "los gitanos llaman gachós a los andaluces y estos a los gitanos los llaman flamencos, sin que sepamos cuál sea la causa de esta denominación". Y Manuel García Matos afirma: "Flamenco procede del argot empleado a finales del siglo XVIII y principios del XIX para catalogar todo lo que significa ostentoso, pretencioso o fanfarrón o, como podríamos determinar de forma genéricamente andaluza, echao p'alante".

Dibujo de Gustave Doré
Dibujo de Gustave Doré

En los testimonios de los viajeros románticos del siglo XIX, se describe, a veces muy pormenorizadamente, que en 1831 el malagueño Serafín Estébanez Calderón describía en ‘Escenas andaluzas’ un baile en un patio de Triana, donde se bailaban seguidillas y caleseras. Uno de los pasajes de su crónica dice así: “Las hileras de gitanillas y muchas bailaores y cantadoras que se agolpaban en su derredor con palillos entre los dedos, con muchas flores en la cabeza, el canto y la sonrisa en los labios, el primor de la danza en los pies”. El viajero francés Charles Davillier escribió con detalle sobre los bailes que presenció en tierras andaluzas, muchos de ellos en esos primitivos escenarios de la danza flamenca de entonces, que eran los bailes de candil en los patios de vecinos, las trastiendas de las botillerías y las cuevas del Sacromonte granadino. Y su compañero Gustave Doré lo dibujó.

A partir de la apertura de Los Lombardos en 1847 en Sevilla, los cafés cantantes, los escenarios donde el flamenco viviría su primera época de oro. Nacen entonces las primeras estrellas y figuras míticas del flamenco. Ya a principios del siglo XX los cafés comienzan su declive. Y los bailes de salón y las variedades van apartando a los bailes andaluces. Aunque la internacionalización del baile flamenco venía ya de antiguo, desde el siglo XIX hay documentos que informan de las actuaciones en distintos puntos del globo de bailaores y bailaoras. 

El Espectador, 1847. Fuente: flamencopolis.com
El Espectador, 1847. Fuente: flamencopolis.com
El Comercio, Cádiz, 1869. Fuente: flamencopolis.com
El Comercio, Cádiz, 1869. Fuente: flamencopolis.com

Fuente: http://manuelbohorquez.com
Fuente: http://manuelbohorquez.com

El flamenco se convirtió en uno de los símbolos de la identidad nacional española durante el franquismo, se constituyó el denominado nacional-flamenquismo. De ahí que el flamenco hubiera sido visto por mucho tiempo como un elemento retrógrado. A mediados de los 60 y hasta la transición comenzaron a aparecer cantaores que se oponían al régimen con el uso de letras reivindicativas: José Menese y el letrista Francisco Moreno Galván, Enrique Morente, Manuel Gerena, El Lebrijano, El Cabrero, Lole y Manuel, el Piki o Luis Marín.

 En contraposición, el flamenco sufrió el influjo de la ola de activismo que agitó también la universidad contra la represión del régimen cuando los universitarios entraron en contacto con este arte. Aficionados y profesionales del flamenco se involucraron realizando actuaciones de carácter manifiestamente político. Conforme transcurrió la transición política, las reivindicaciones se fueron desinflando a medida que el flamenco se insertó dentro de los flujos del arte globalizado. Al mismo tiempo, este arte se fue institucionalizando hasta llegar al punto de que la Junta de Andalucía se atribuyó en 2007 “la competencia exclusiva en materia de conocimiento, conservación, investigación, formación, promoción y difusión”.